En memoria de Jordi Cervós i Navarro

A veces nos dejan personas que no son mediáticas pero que a su paso han dejado una impronta importante en las personas que la han conocido y las instituciones que han dirigido. Una de ellas es el profesor Jordi Cervós, ilustre científico catalán que desarrolló su carrera profesional en Alemania, Bonn y Berlín. Después de estudiar Medicina en Barcelona y Zaragoza, en 1953 se trasladó a Bonn con la intención de especializarse en temas relacionados con la psiquiatría. No parece que el contacto con los psicoanalistas fuera exitoso; un encuentro casual en 1955 con el neurocirujano Sixto Obrador fue el principio de una carrera brillante en el campo de la neuropatología, materia de la que en 1964 fue nombrado profesor de la Universidad de Bonn. 

Como es propio de los hombres inteligentes y constantes, sus estudios y publicaciones le dieron un prestigio internacional que le convirtieron en uno de los científicos más conocidos en su ámbito en todo el mundo. En 1968 fue nombrado Catedrático del Instituto de Neuropatología de la Universidad Libre de Berlín; más tarde, fue Decano de la Facultad y, finalmente, Vicepresidente de la Universidad. Las más de 600 publicaciones y 15 libros publicados dan fe de su trabajo, pero la cima de su trayectoria llegó cuando describió una nueva enfermedad nerviosa, la encefalitis granulomatosa reticulohistiocitaria de Cervós-Navarro que, como puede advertirse, lleva su nombre. Los que somos del mundo médico-científico sabemos que no es frecuente que una enfermedad lleve el epónimo catalán. 

Fue presidente y directivo de 7 sociedades científicas internacionales, miembro de honor de otras 8. Toda esta trayectoria profesional le aportó una serie de reconocimientos, entre los que podríamos mencionar: Doctor Honoris Causa de 7 universidades: Zaragoza, Complutense, Barcelona, Tesalónica (Grecia), Hannover (Alemania), Tokushima (Japón) y Saransk (Rusia). Fue académico de diversas reales academias y, entre sus distinciones, la Gran Cruz del mérito civil de la República Federal Alemana, la Encomienda de Número de la Orden del Mérito Civil, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y la Cruz de San Jorge.

Justo después de su jubilación en Alemania, en 1997 regresó a Barcelona, ​​pero no a descansar sino a involucrarse en la creación de la Universitat Internacional de Catalunya (UIC Barcelona) de la que fue su primer Rector. La apuesta por una figura de tanto prestigio por parte de los promotores de UIC Barcelona, así como su paso por ella –primero como rector fundador, y después en la Dirección de Relaciones Internacionales– fue determinante en el posicionamiento de la institución en el mundo universitario del ámbito catalán y estatal. 

Quienes tuvimos la suerte de tratarlo, sabemos de su categoría humana. Quien no lo conocía, veía solo a un hombre elegante, de buen aspecto y, sobre todo, con muy buen humor. Las tertulias con él eran distendidas y enriquecedoras, sobre todo cuando contaba sus aventuras y encuentros científicos en Berlín Este, durante la guerra fría. En uno de esos encuentros, le confundieron con un espía, y tuvo que sacar a relucir todo su curriculum para que no le detuviesen. Algunos jóvenes investigadores que realizaron estancias con él en Alemania le recuerdan como una persona acogedora y muy entregada a sus alumnos; también a los visitantes, especialmente cuando eran de la tierra. 

Para saber con mayor profundidad de su persona, es necesario leer sus memorias. Allí se relatan sus dos años de pastor en el Pirineo catalán, cuando era un chiquillo, y su amistad con prohombres de la sociedad catalana, o su pertenencia al Opus Dei. En una conversación con Josemaría Escrivá, poco después de terminar la carrera, le preguntó que cuándo tenía pensado llevar la Obra –institución de la Iglesia fundada por este sacerdote aragonés, que fue canonizado en 2002– a Alemania. San Josemaría le preguntó si sabía alemán, y el joven médico, aunque iba justito en la materia, dijo que sí. Con esa enorme confianza que este santo tenía en sus hijos espirituales, a los pocos meses le envió a Bonn. Y allí, en medio de clases y laboratorios, Jordi Cervós se hizo un hombre realmente santo. Siguió fielmente el espíritu del Opus Dei, sobresaliendo en su trabajo profesional y difundiendo la alegría del Evangelio entre sus muchos amigos, muchos de ellos de otras religiones, e incluso agnósticos o ateos.

En los últimos años, el Dr. Cervós ha sufrido una enfermedad neurológica degenerativa de las que él tan bien conocía. Cuando iba a verle, lo encontraba siempre con su habitual sentido del humor; y él, sin ningún atisbo de tristeza o amargura, me describía técnicamente la causa del deterioro y cuáles serían las próximas etapas. Hasta el último día conservó la cabeza clara y su interés por quienes iban a verle, al igual que conservó su afición por los rompecabezas y las noticias sobre Alemania.

Nos ha dejado una persona excepcional. Un gran profesional, una persona buena y con mucho sentido del humor. Gracias, Jordi, por tu amistad y tu testimonio.

 

Dr. Josep Argemí Renom

Catedrático de Pediatría y segundo Rector de la Universitat Internacional de Catalunya.