El padrino de promoción comenzó su discurso hablando del honor que suponía para él estar en ese acto, “que habla del gusto por las cosas bien hechas, que, desgraciadamente, se ha perdido en este país”. Puigverd animó a los recién graduados a ser magnánimos, conscientes del papel que se les abre delante: “La responsabilidad de vuestros gestos será mucho más importante que el gol de cualquier futbolista”, les dijo, refiriéndose a la importancia desmesurada que dan los medios de comunicación, hoy, al fútbol y a otras actividades de ocio.

En este sentido, a pesar de que “el mundo del adulto es generalmente frío”, animó a los futuros comunicadores a tener ganas de cambiar el mundo. “La suerte ayuda a los audaces –les dijo–; por ello, desead renovar el diario donde entréis, la agencia publicitaria donde trabajéis… No os pongáis, de entrada, en manos del pragmatismo instalado, que ya llegará en el momento de las rebajas”. No en vano, los animó a ser rectos: “Recordad que gana no quien tiene éxito, sino quien puede mirarse al espejo sin avergonzarse de sí mismo”.

Tras la intervención de los delegados de cada uno de los tres grados de la Facultad, Alfonso Méndiz, el decano, habló de los rasgos esenciales que deseaba que se llevaran los nuevos alumni: amor a la verdad, optimismo esperanzado y radical y excelencia profesional para servir a la sociedad. “Soñad –les dijo–, soñad mucho y soñad alto. Y volved siempre, todos los años. Y que vuestro agradecimiento alcance, al menos, hasta las bodas de plata”.