Protocolo y discursos para la investidura de doctores honoris causa

A las 11.30 horas del día 28 de octubre del 2021 los doctorandos llegarán al Campus Barcelona y serán recibidos por el rector. Seguidamente se dirigirán al Saló de Graus donde estará reunido el Claustro de Doctores.

Las autoridades, comunidad universitaria e invitados ocuparán a las 11.45 horas los lugares que se les ha destinado en el Aula Magna.

El rector, acompañado de los padrinos, presentará a los doctorandos a las autoridades académicas.

Los claustrales se revisten con los ornamentos propios de su grado. Los padrinos ayudarán a los candidatos al grado de doctor a revestirse con los ornamentos correspondientes.

A las 12.00 horas, por indicación del maestro de ceremonias, se formará la comitiva. Ésta irá precedida por el maestro de ceremonias seguido de los claustrales por orden de antigüedad de los centros y facultades. Cerrará la comitiva la Junta de Gobierno con el rector.

La comitiva se dirigirá al Aula Magna, donde sus componentes ocuparán los lugares que tendrán reservados.

Durante el desfile inicial, el coro universitario interpretará el Canticorum Iubilo de Georg Friedrich Haendel.

Los candidatos, vestidos con la toga y la muceta y acompañados de sus padrinos, esperarán en el Saló de Graus.

Los profesores permanecerán de pie y cubiertos en sus respectivos asientos. Una vez los miembros de la presidencia lleguen a su lugar correspondiente, el coro universitario interpretará el Ave Verum Corpus, Mozart.

El maestro de ceremonias dará la señal para que todos los asistentes tomen asiento.

El rector de la Universitat Internacional de Catalunya dirá:

                   «Se declara abierta la sesión. Tiene la palabra la señora Belén Castro, secretaria general de la Universitat Internacional de Catalunya, quien leerá el acuerdo del Patronato de la Universidad en el cual se nombra doctor honoris causa por la Universitat Internacional de Catalunya a la doctora Verónica Boix-Mansilla y al doctor Paul Levi.»

Acabada la lectura, el rector dirá:

                   «La Vicerrectora de Investigación, Innovación y Transferencia acompañados por el maestro de ceremonias se servirán de conducir y acompañar a presencia de todos los claustrales aquí reunidos a los candidatos y a sus padrinos.»

  • Coro universitario: Alta Trinità Beata, Anónimo.

Recibidos por todos los asistentes de pie, los candidatos, precedidos por el maestro de ceremonias y acompañados de sus padrinos y la Vicerrectora de Investigación, Innovación y Transferencia, harán la entrada en el Aula Magna y tomarán asiento en su lugar correspondiente.

Cuando el rector se siente, lo harán igualmente todos los asistentes menos la madrina.

A continuación, el rector dirá:

                   «Tiene la palabra la doctora Esther Jiménez para que pronuncie la Laudatio de la doctora Verónica Boix-Mansilla.»


Discurso de la doctora Esther Jiménez

Sr. Presidente del Patronato Universitario,

Rector Magnífico de UIC Barcelona,

Rector Magnífico de la Universidad Abat Oliba

Autoridades académicas y miembros del claustro universitario

Distinguidos colegas de otras universidades,

Amigas y amigos,

Señoras y señores,

Querida Verónica,

                   Tengo el gran honor de pronunciar la Laudatio de la Dra. Verónica Boix-Mansilla en el acto de investidura como doctora honoris causa por la Universitat Internacional de Catalunya, UIC Barcelona. Para mí, y para la Facultad de Ciencias de la Educación, es un momento especialmente significativo porque quien nos honra hoy con la aceptación de dicho grado ha demostrado a lo largo de su trayectoria profesional su compromiso con la educación y su sensibilidad hacia la infancia y la adolescencia y, en particular, hacia los niños y las niñas más vulnerables. Quiero agradecerle su aceptación del doctorado honoris causa, en nombre de UIC Barcelona, una gran familia que tiene en su ADN valores que compartimos con la Dra. Boix-Mansilla como la excelencia, la búsqueda de la verdad y el compromiso social con la finalidad de preparar a los alumnos para que, en un mundo global y complejo, puedan tomar sus decisiones situando siempre a la persona en el centro.

                   Verónica nació en Argentina. Su curiosidad intelectual la llevó a elegir la carrera de Educación en la Universidad de Buenos Aires, por el abanico de disciplinas que contenía esa licenciatura. El ambiente universitario que vivió en la dictadura alimenta su amor por la democracia. Y de ahí, nació un proyecto de vida, una misión, que ha ido desplegando durante todos estos años.

                   Esa curiosidad intelectual y ese interés por el conocimiento la guían hacia un libro que marcará su futuro: La nueva ciencia de la mente: historia de la revolución cognitiva. Entre sus colegas de entonces nadie había oído hablar de ese libro y nadie sabía quién era el autor.

                   En ese libro, un desconocido Howard Gardner hace un recorrido por la historia de la cognición, desde los clásicos y desde diferentes ciencias (filosofía, antropología, psicología, neurociencia…) y perspectivas. Y resalta el valor de la interdisciplinariedad, de una ciencia cognitiva integrada.

                   El término de “revolución cognitiva” supuso, también, una revolución en la vida de Verónica. Con la audacia de la juventud solicitó una entrevista a Gardner, a partir de la cual Verónica inició el doctorado en Educación en Harvard, universidad en la cual trabajará hasta hoy junto a Gardner. Como dice Delibes en El camino, las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Parece fácil, sencillo, pero detrás hay una actitud, un trabajo, un talento.

                   Hoy Verónica es investigadora principal y miembro del comité de dirección del Project Zero, de la Escuela de Graduados en Educación de Harvard, donde dirige el proyecto IdGlobal, de estudios interdisciplinarios y globales.

                   Con un conocimiento profundo de la ciencia cognitiva, el desarrollo humano y la educación, examina cómo preparar a los jóvenes para un mundo interconectado, de creciente complejidad, diversidad e interdependencia. En este ambiente son muchos los retos y también las oportunidades. Hoy, los jóvenes deben aprender a participar en un mundo más complejo y también a saber apreciar las diferencias. Desarrollar una perspectiva global e intercultural es un proceso, que ha de ser permanente, y al que la educación puede dar forma (Barrett et al., 2014; Boix-Mansilla y Jackson, 2011; Deardorff, 2009; UNESCO 2013, 2014b, 2016).

                   Es en este contexto donde adquiere su importancia la competencia global. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) define la competencia global como la capacidad de examinar y apreciar diferentes perspectivas y visiones del mundo a escala local, nacional e internacional, desarrollando las habilidades necesarias para mantener interacciones abiertas y respetuosas con personas de diferentes culturas y contextos socioeconómicos, actuando siempre en pro del bien común y el desarrollo sostenible (OCDE, 2018).

                   Aunque pueda parecer que la OCDE es la creadora de la competencia global, dada la anterior definición y la posterior incorporación de su evaluación al estudio mundial del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (más conocido como PISA), Verónica codesarrolló el Marco OCDE-PISA sobre Competencia Global, que hoy forma parte de las pruebas estandarizadas que realizan los jóvenes de 15 años en todo el mundo.

                   La competencia global no nace con PISA. Es la consecuencia de un mundo cada vez más abierto, conectado y multicultural. Verónica Boix-Mansilla, junto con Anthony Jackson, lo abordó ya en profundidad en el año 2011. Para los autores, la competencia global implica, no solo la conciencia sobre las cuestiones globales, sino “aprender sobre el mundo y cómo funciona” e integrar “ideas, herramientas, métodos y lenguajes que son centrales en cualquier disciplina […] para comprometerse con los temas candentes de nuestro tiempo”.

                   En este sentido, para el director de Educación de la OCDE, Andreas Schelicher, la competencia global está vinculada a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), y se considera como un área clave para garantizar que los ODS se convierten en un contrato social real con la ciudadanía por su visión de la educación y por alentar a los jóvenes a actuar en aras del interés general, el bienestar colectivo y el desarrollo sostenible que encarnan los ODS. (OCDE, 2018).

                   La educación en la competencia global puede preparar a los jóvenes para adquirir los conocimientos y habilidades necesarios para llevar estilos de vida que promuevan una cultura de paz y no violencia, desarrollo sostenible y respeto por los derechos humanos (OCDE, 2017). Un compromiso y unos valores que impulsamos desde la Facultad de Ciencias de la Educación desde hace muchos años.

                   En palabras de la Dra. Boix-Mansilla, la competencia global supone un aprendizaje interdisciplinario, un proceso mediante el cual los alumnos integran conocimientos y modos de pensar de dos o más disciplinas para crear productos, plantear interrogantes, solucionar problemas y dar explicaciones al mundo que los rodea de un modo que no hubiera sido posible mediante una sola disciplina (Boix-Mansilla V., 2017).

                   Junto a este impacto de la investigación de la Dra. Boix-Mansilla en un tema relevante para la educación de los jóvenes en un mundo global, Verónica ha producido marcos y herramientas prácticos para apoyar a los educadores interesados ​​en la enseñanza, el aprendizaje, los planes de estudios, la investigación, la evaluación, el desarrollo profesional y la evaluación de programas de calidad. Su trabajo sobre la educación en la competencia global con la Sociedad de Asia fue la base de la estrategia de educación internacional del Departamento de Educación de los EE. UU. Sus escritos sobre trabajo y evaluación interdisciplinarios han sido acogidos por la Academia Nacional de Ciencias y la Fundación Nacional de Ciencias de EE. UU., las iniciativas interdisciplinarias del Bachillerato Internacional y en España por la Institución Montserrat, al frente de la cual la hermana Montserrat ha sido pionera en la implantación de programas de innovación.

                   Verónica Boix-Mansilla se ha centrado en lo que hoy propone como prioridad, el ODS 4: garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa y promover oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida para todos. En este sentido, está comprometida e implicada en el desafío de reinterpretar los marcos del Proyecto Zero (PZ) para que puedan servir a los países en vías de desarrollo. Una misión que asume como cofundadora y directora del Proyecto L@titud en PZ, una asociación de escuelas y líderes latinoamericanos que tiene como objetivo proporcionar espacios de colaboración para potenciar la reforma educativa. Para ello, L@titud trabaja con educadores locales con el fin de crear oportunidades de desarrollo profesional a través de conferencias, seminarios o cursos en línea; de producir y difundir materiales educativos en español, y de participar en actividades de investigación.

                   Su trabajo más reciente está centrado en un proyecto educativo humanitario en el campo de refugiados de niños en la frontera de EE. UU. con México en Texas. Hace escasamente dos semanas se inició el proyecto piloto de “Aprendizaje, transición y transformación” para 1.200 jóvenes, principalmente de Guatemala, Honduras y El Salvador que cruzan la frontera como menores no acompañados.

                   El currículo pretende fomentar en esos jóvenes en riesgo de exclusión una mirada holística, mediante una pedagogía que, partiendo de su propio contexto, ensalza la riqueza de sus culturas y los prepara para una inclusión que respete su bilingüismo emergente y su multiculturalidad. En síntesis, invita a los jóvenes a contextualizar su experiencia personal en el marco más amplio de la migración, entendida como un fenómeno global, como una historia compartida por la humanidad.

                   La Dra. Boix-Mansilla también es asesora educativa de una variedad de instituciones en temas pedagógicos, de diseño curricular, de evaluación y de desarrollo profesional, como la Organización de los Estados Americanos, la Sociedad de Asia, la Asociación de Colegios y Universidades Americanos, The Council of Chief State School Officers (CCSSO), el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, el Centro de Síntesis Socioambiental, el Bachillerato Internacional, la WorldSavy o la Global Kids. Es autora de múltiples artículos y libros.

                   En los últimos meses, en España, asistimos a un debate sobre la necesidad de la evaluación o la adquisición de nuevos conocimientos. Se ha potenciado mucho la innovación y la necesidad de la interdisciplinariedad, pero también se reclama una evaluación que mida el alcance y los objetivos de los nuevos proyectos que se introducen en las aulas. Hoy es necesario preparar a los alumnos para que sean capaces de investigar y desarrollar una visión desde diferentes perspectivas sobre un tema de importancia local o global, de colaborar en equipos culturalmente diversos, de apreciar diferentes perspectivas e impulsar la empleabilidad.

                   Todo esto es lo que pone en valor el trabajo de la Dra. Boix-Mansilla. Su compromiso con una educación de calidad para todos, su implicación por la igualdad de oportunidades, la fuerza y profundidad de su pensamiento nos proporcionan unas sólidas bases para fomentar un trabajo interdisciplinario de calidad, con el que UIC Barcelona está comprometida a través del Centro Interdisciplinario de Pensamiento (CIP) para, en palabras de la Dra. Boix-Mansilla, preparar a los jóvenes para que se involucren en los principales problemas de nuestro tiempo (Boix Mansilla et al., 2000; Boix Mansilla, 2005, 2006), desde una perspectiva humanística.

                   Es imposible resumir en pocos minutos la trayectoria de una persona, más si se trata de una persona excepcional como es el caso de Verónica Boix-Mansilla, que además destaca por su empuje y sencillez. Su doctorado honoris causa ennoblece a nuestra joven Facultad de Ciencias de la Educación. Para UIC Barcelona es un honor incorporar a la Dra. Verónica Boix-Mansilla como doctora honoris causa de esta universidad, su universidad desde hoy y para siempre.


Una vez acabada su exposición, la madrina dirá:

                   «Por todo lo expuesto, pido la concesión del grado de doctor honoris causa a la doctora Verónica Boix-Mansilla.»

A continuación, el rector dirá:

                   «Tiene la palabra el doctor Lluís Giner para que pronuncie la Laudatio del doctor Paul Levi.»


Discurso del doctor Lluís Giner

Señor presidente del Patronato,

Rector Magnífico de UIC Barcelona,

Rector Magnífico de la Universitat Abat Oliba CEU

Autoridades,

Miembros de la comunidad universitaria,

Distinguidos colegas de otras universidades,

Amigas y amigos,

Señoras y señores,

Dra. Verónica Boix,

Querido profesor Paul Levi,

                   Es para mí un gran honor y una satisfacción en nombre de UIC Barcelona presentar al Dr. Paul Levi, que va a ser investido doctor honoris causa por UIC Barcelona.

                   Siempre es de una gran responsabilidad presentar la vida de una persona relevante, ya que pueden quedar aspectos importantes de su vida profesional y personal sin la notabilidad que se merecen. Con el Dr. Levi es especialmente difícil resumir en este breve espacio de tiempo su dilatada vida profesional y de entrega a los demás, tanto a pacientes, alumnos, profesores y a todos los que hemos podido compartir algunos momentos con él, por lo que quedarán muchos aspectos de su extensa aportación a la sociedad sin que los podamos transmitir.

                   Por eso, más que datos sobre su currículum, haremos referencia a su forma de entender y vivir la vida tanto profesionalmente como personal y familiarmente.

                   El Dr. Paul Levi, desde un inicio vio la odontología como su vida profesional, se graduó como dentista en 1967, pero además vio que dentro de la odontología lo que le apasionaba era la periodoncia. Tratar las enfermedades de las encías, pero era más que esto, era el poder ayudar a mantener la salud oral, y en los años sesenta del siglo pasado, él ya veía muy relacionada la salud oral con la salud general, algo que actualmente ha quedado totalmente demostrado.

                   Se graduó de Posgrado en Periodoncia en el año 1971 en la prestigiosa Universidad de Tufts, Boston, bajo la dirección del profesor Irvin Glickman, mundialmente conocido, y obtuvo el Board en Periodoncia en el año 1975.

                   Durante toda su vida ha estado combinando la asistencia odontológica en entorno hospitalario y privado en el estado de Vermont, ha puesto el foco fundamentalmente en la prevención y el mantenimiento de la salud, además de realizar actividad docente en diversas universidades, sobre todo de Estados Unidos (Tufts y Harvard), pero también de Europa, Latinoamérica y de Asia. Desde el año 2011 tenemos el honor de tenerlo de forma periódica en UIC Barcelona, donde además pasó un año entero con nosotros.

                   De hecho, se inició en la enseñanza al poco de graduarse, cuando estaba en la Marina de los Estados Unidos, donde enseñaba a los reclutas navales cómo y por qué cepillarse los dientes y usar hilo dental.

                   En su formación hubo dos personas que actuaron como mentores y le ayudaron a ver la orientación profesional y personal que debía seguir en su vida: el Dr. Irving Glickman, de la Facultad de Medicina Dental de la Universidad de Tufts, y el Dr. Samuel Adams, un oficial naval, periodoncista, que se formó en la Universidad de Baylor, ahora Texas A&M en Dallas, Texas, que marcaron los dos aspectos que le guiarán en su vida, el académico y el asistencial, ambos basados en el servicio a la sociedad.

                   Hay dos frases que le han marcado su forma de entender la odontología y la entrega a los pacientes. “The highest attainable standard of health is one of the fundamental rights of every human being”, que está en una declaración en relieve en la pared exterior de la Universidad de Salud Pública de Harvard.

                   Y, una frase que el Dr. Irving Glickman dijo en el año 1967, “Dentistry’s mission under its franchise must be clearly defined as primarily the preservation of the health of the natural structures through the prevention of disease and deformities, and secondarily the repair of destroyed tissue the replacement of lost parts and the correction of developmental anomalies”.

                   Enseguida se dio cuenta de que, como dentista, arreglar los dientes solo era útil si se eliminaba la causa de las enfermedades, la placa dental bacteriana.

                   Siguió con su actividad asistencial, pero combinándola con su gran pasión, la docencia, que, de forma profesional, se inició siendo estudiante del programa de posgrado en el que impartió clases a los estudiantes predoctorales en la clínica y un taller especial de instrumentación periodontal, en aquel momento con la Dra. Esther Wilkins, que, de forma intermitente, y combinando con otros proyectos, sigue enseñando en estos programas de la Tufts todavía en la actualidad.

                   Este dato pone de relevancia la visión del Dr. Levi, avanzada en el tiempo, como hace más de cincuenta años él vio la gran importancia del mantenimiento de la salud oral y la gran responsabilidad desde el ámbito de la odontología de ayudar al mantenimiento de la salud general. Es algo que, como decíamos, hoy nadie pone en duda, sin embargo, aún es importante recordar y poner los medios para formar en este entorno interprofesional a los futuros odontólogos, a fin de que sean lo más eficaces posible en este reto tan importante que es el trabajar conjuntamente todos los profesionales de la salud, para el estímulo, modificación de hábitos y conductas, y mantenimiento de la salud global de la población, algo que el Dr. Levi, desde el inicio de su vida profesional, decía, transmitía y vivía, y sigue haciéndolo con mucha intensidad en la actualidad.

                   Su pasión por la docencia y por transmitir esta visión transversal de la salud hizo que ampliara rápidamente su entorno de dedicación a la enseñanza, y desde el año 1971 hasta el 1998 enseñó a estudiantes de Higiene Dental en la Universidad de Vermont.

                   Amplió también su docencia a estudiantes de Odontología, así en el año 1993, comenzó a enseñar en la Escuela de Medicina Dental de Harvard, donde actualmente sigue impartiendo docencia combinándola con la que imparte en la Universidad Tufts.

                   En el curso académico 2010-2011, gracias a la generosidad del Dr. Levi y de las universidades  donde trabajaba, las universidades de Harvard y de Tufts, tuvimos el honor de tener al profesor Levi en la Facultad de Odontología de UIC Barcelona durante todo un curso académico.

                   Podíamos ver al Dr. Levi a primera hora de la mañana y hasta la última hora de la tarde en la CUO, la Clínica Universitaria de Odontología de la Facultad, al lado de los alumnos tanto de grado como de posgrado, parecía que el tiempo no existiera para él, enseñando en todo momento los aspectos técnicos de la profesión, pero sobre todo enseñando a los alumnos a escuchar al paciente y encontrar la mejor solución individualizada para este, al tiempo que ponía de relieve la gran importancia de la educación y motivación del paciente a fin de que adquiera un compromiso en el mantenimiento de la salud oral y sea un aliado del odontólogo para esta tarea. Paul demuestra siempre su compromiso con la educación y la formación y es conocedor de que estas cambian y mejoran a las sociedades. Su única condición para acompañarnos aquel curso académico fue poder dedicar el mismo tiempo a alumnos de grado que de máster, cuando lo habitualmente preferido es pasar más tiempo con los de máster. La explicación que nos dio fue por poder influir positivamente al mayor número de alumnos —hay muchos más de grado—, lo que demuestra su convicción por el impacto positivo de la educación. 

                   También ha sido profesor en Europa, a parte de la Facultad de Odontología de UIC Barcelona, ha ejercido en la Facultad de Odontología de la Universidad de Zúrich; y en Asia, participó en la docencia en tres universidades de Tailandia, dos de Corea del Sur, y en una de Tokio, Japón.

                   Asimismo, ha implementado diferentes programas de participación de los estudiantes en varios congresos, incluso ha desarrollado jornadas específicas para ellos, para que participasen activamente y para motivarlos en la búsqueda del conocimiento y su difusión de forma generosa, en un afán también de introducir al alumno que pronto se graduaría en el entorno de la profesión. El Dr. Levi se ha encargado de impulsar simposios y actividades de investigación que atrajeron a los profesionales y alumnos de posgrado, ha promovido la participación de estudiantes de diferentes universidades y en un ámbito interdisciplinario, tal como siempre ha entendido él la odontología, integrada en todas las especialidades y de forma amplia como decíamos, en el entorno global de todas las ciencias de la salud. 

                   El profesor Levi ha sido director del American Board of Periodontology, entidad encargada de examinar y garantizar el nivel científico de la especialidad de Periodoncia en Estados Unidos, y presidente de la Fundación de la Academia Americana de Periodoncia, dedicada al fomento y divulgación de la salud oral y de las encías, en la que además sostiene una beca anual a su nombre y el de su querida esposa Patty. 

                   También ha recibido numerosos premios en la participación de diferentes eventos científicos, siempre acompañado de sus alumnos, a los que ha impulsado a una gran actividad investigadora y de transmisión del conocimiento. Destacamos el primer premio en la mesa clínica de la reunión anual New England Dental Society Annual Meeting in November of 2003 on smoking cessation incorporated with hygiene therapy and initial phase periodontal therapy, es un ejemplo más de cómo el Dr. Levi introduce a los estudiantes en el contexto de la salud global y del papel importante que tiene el odontólogo en esta tarea.

                   En este contexto, sigue trabajando para incorporar estas competencias en los diferentes programas tanto de formación de odontólogos, como de higienistas dentales y personal auxiliar.

                   Dentro de su amplia aportación científica y académica, destacan dos aspectos fundamentales, la aportación al conocimiento de los condicionantes para la mejora de la salud oral y concretamente en el área de la periodoncia e implantes, y en la innovación docente y cómo transmitir mejor los conceptos tanto de atención global al paciente como sobre todo de motivación en el mantenimiento de su salud.

                   En el año 2016, publicó el libro Non-Surgical Control of Periodontal Deseases, A Comprehensive Handbook. Libro que dedica a la memoria de una de las personas que más marcaron su vida profesional y fue uno de sus mentores, el Dr. Irvingn Glickman, en el que, de una forma clara, con gran profundidad científica y a la vez con sencillez descriptiva, queda reflejada esta forma de entender la odontología, basada en la prevención y la motivación del paciente para el mantenimiento de la salud, que el Dr. Levi vio claramente ya en el año 1967 y que recoge todo su conocimiento y experiencia de más de cincuenta años. Paul se ha dedicado durante más de cincuenta años a empoderar a los dentistas en su capacidad de influir en los pacientes positivamente hacia una vida saludable, y a informar a los pacientes de cómo pueden vivir con un mayor bienestar.

                   El Dr. Levi se retiró de la práctica activa en el año 2019, y en la actualidad sigue combinando la docencia en diferentes universidades del mundo, entre ellas en la Facultad de Odontología de UIC Barcelona, además de impartir cursos de formación continuada y conferencias en congresos. Aunque, como todos, en este último año por motivos de la pandemia tuvo que reducir su participación presencial en los diferentes programas, ahora está preparando talleres y conferencias presenciales para los próximos meses.

                   Muchos de los que hoy estáis aquí habéis conocido directamente la generosidad y la entrega del Dr. Levi y de su esposa Patty, os han acogido personalmente en su casa y os han abierto las puertas en muchos casos de vuestro futuro. En esta misma línea sigue en la actualidad, coordinando estancias, movilidad académica y de investigación, y ofreciendo siempre su hogar como hogar de los que nos acercamos a él. Paul ha sido y es un MENTOR en mayúsculas, una persona entregada a sus alumnos y pacientes, que ofrece cada día lo mejor de sí mismo en todos los sentidos. Su mejor legado seguramente son los muchos profesionales en los que ha influido y que hoy, a lo largo y ancho del mundo, transmiten a su vez el mensaje en positivo de la promoción de la salud oral y general.

                   Es para la Universitat Internacional de Catalunya y su Facultad de Odontología un honor incorporar hoy al Dr. Levi como doctor honoris causa de esta universidad. Tu universidad, Paul.


Una vez acabada su exposición, el padrino dirá:

                   «Por todo lo que he expuesto, pido la concesión del grado de doctor honoris causa al doctor Paul Levi.»

Acto seguido, el rector dirá:

                   «Va a procederse a las solemnes investiduras como doctor honoris causa.»

La secretaria general nombrará al primer candidato.

Los asistentes se levantarán y el padrino, acompañado del recipiendario, se situará delante de la presidencia.

El rector dirá:

                   «Por el Patronato de la Fundación Privada de la Universitat Internacional de Catalunya, a propuesta de la Junta de Gobierno y en testimonio del reconocimiento de vuestros relevantes méritos, habéis sido nombrado doctor honoris causa.

                   En virtud de la autoridad que me está conferida, os entrego dicho título.

                   Os impongo, como símbolo, el birrete laureado, antiquísimo y venerado distintivo del Magisterio; llevadlo sobre vuestra cabeza como la corona de vuestros estudios y merecimientos.

                   Recibid el libro de la Ciencia, que os cumple enseñar, difundir y adelantar y que sea para vos significación y aviso de que, por grande que vuestro ingenio fuere, debéis rendir acatamiento y veneración a la doctrina de vuestros maestros y predecesores.

                   Recibid el anillo que la antigüedad entregaba en esta venerada ceremonia, como emblema del privilegio de firmar y sellar los dictámenes, consultas y censuras de vuestra ciencia y profesión.

                   Así mismo, recibid los guantes blancos, símbolo de la pureza que deben conservar vuestras manos. Uno y otro, signos también de la distinción de vuestra categoría.»

Terminada la investidura, el nuevo doctor será abrazado por el rector, que dirá:

                   «Porque os habéis incorporado al Claustro de nuestra universidad, recibid ahora, el abrazo de fraternidad de todos los que se honran y congratulan de ser vuestros hermanos y compañeros.»

Seguidamente el padrino le abrazará.

Posteriormente, el nuevo doctor honoris causa dirá:

                   «Me comprometo a cumplir con honradez, fidelidad y gran diligencia los deberes propios de mi condición de doctor, y contribuir al esplendor, dignidad y honor de la Universidad, en todo aquello que esté en mi mano y donde quiera que me encuentre.»

La secretaria general nombrará al segundo candidato y se procederá de igual forma a la investidura como doctor honoris causa.

Los nuevos doctores se sentarán en el lugar que les corresponde.

El rector dirá:

                   «Se concede la palabra a la doctora Verónica Boix-Mansilla.»

La doctora Verónica Boix-Mansilla pronunciará su discurso.


Discurso de la doctora Verónica Boix-Mansilla

La vocación y el acto de educar

                    Estimado rector de UIC Barcelona, Alfonso Méndiz; estimada decana de Educación, Esther Jiménez; miembros del Consejo Directivo; miembros de la Facultad; compañeros; amigos; estudiantes; administradores y personal. Con alegría y humildad recibo esta honorable invitación para unirme a la gran familia de la Universitat Internacional de Catalunya. Hoy comparezco ante ustedes en compañía de mi amado esposo, James, y de queridos amigos. Estoy acompañada virtualmente desde la distancia por mis adorados hijos, Nicolás y Valentina; mi madre; José, mi padre; Ju; Christian; Max; Sebastián; Eduardo; mi familia. Así como por mis profesores, compañeros y estudiantes del proyecto Cero de la Universidad de Harvard y de otros rincones del mundo. Cada una de estas personas ha inspirado, sostenido y profundizado mi visión de este hermoso campo nuestro: la educación.

                    Hoy celebro especialmente el compromiso que esta facultad ha expresado hacia nuestro futuro colectivo al elegir honrar el ámbito de la educación. En respuesta, me permito reflexionar sobre la vocación de educar, entrelazando mi biografía y mis pensamientos. Para mí, el viaje para convertirme en educadora comienza recién cumplidos los 20 años. Aunque me crie en Buenos Aires, acabé enseñando inglés como segunda lengua en Brasil. De una forma magistral, el programa que habíamos implantado buscaba enseñar inglés a los niños brasileños a fin de dar voz a su rico mundo cultural y natural, y dar a conocer sus historias locales en un marco global. No se trataba de un curso en el que los niños aprendieran sobre el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham. Al contrario: aprendían a investigar; de hecho, aprendían a enamorarse de la generosidad de la selva amazónica, de la mezcla de tradiciones indígenas, africanas y europeas que constituyen la base de su sociedad multiétnica y de la posibilidad de soñar en un futuro mejor para todos. Aprender inglés era una cuestión de adquirir las herramientas discursivas que les garantizarían un lugar en la mesa global y participarían en la construcción de un futuro inclusivo. Era una educación subversiva que situaba el acto íntimo de enseñar y aprender en un paisaje global con un propósito, una educación que supo responder a un mundo desigual negándose a acallar las valiosas historias locales de la cultura, la naturaleza y la vida sencilla de la gente. Y aunque a los 20 años no hubiera sido capaz de articular con claridad el poder de esa experiencia, a menudo reflexiono sobre por qué enseñamos lo que enseñamos y sobre las experiencias que tal vez un día inviten a nuestros alumnos a enamorarse de un campo determinado cuyo significado encarrile sus vidas. Así pues, tal vez un pilar esencial en la vocación de educar sea comprender el propósito más amplio que da sentido a nuestras acciones educativas cotidianas.

                    Un año después regresé a Argentina, a la Universidad de Buenos Aires, donde cursé mis estudios de Ciencias de la Educación con especial énfasis en la cognición. Era una época de un fervor intelectual sin parangón en Buenos Aires: la dictadura había caído finalmente, demasiados miembros de la generación anterior a la mía ya no estaban allí, y nos tocaba a nosotros, o como mínimo así era como lo sentíamos, construir una democracia próspera a partir de las ruinas. Una asignatura sobre investigación cualitativa me llevó a visitar un aula de secundaria para practicar la “observación sistemática”. Lo recuerdo como si fuera ahora, como uno recuerda los momentos decisivos de su vida. Estoy sentada en el fondo de un aula repleta de jóvenes. La profesora está de pie, delante, dando instrucciones. El sol calienta nuestros jerséis de invierno y mi cuaderno de notas a través de una línea de grandes ventanas queda a nuestra izquierda. Cuando, de repente, la enésima manifestación a favor de los derechos humanos (eran habituales en aquella época) recorre la calle al ritmo de los tambores y los cánticos. La respuesta de los niños fue inmediata: corrieron hacia la ventana para ver qué ocurría fuera. Algunos vitoreaban en apoyo, otros observaban atentamente en silencio. La profesora observaba. Cruzamos una mirada cómplice y al cabo de un par de minutos se levantó magnánimamente, dio una palmada y dijo: “Bueno, niños, volvamos a la realidad”. La disonancia cognitiva de ese encuadre de la realidad todavía hoy me resuena en la mente. ¿Cuál es el lugar de la realidad? ¿Cuál es el papel de la realidad en la vida de un aula? Sin saberlo en ese momento, ese día decidí firmemente que, hagamos lo que hagamos en educación, la realidad nunca debe pasar por delante de nosotros sin que nos demos cuenta. Esta forma de auténtica inserción es, en mi opinión, otro principio básico de la vocación y la acción de educar.

                   Los profesores son importantes. Nos importan de la misma manera que nos importan los alumnos y las personas que crecen con nosotros —de quienes también aprendemos mucho—. Dos grandes maestros fueron esenciales en mi trayectoria. Conocí a Edith Litwin en la Universidad de Buenos Aires. Nos quedamos charlando al terminar la clase. Después de preguntarme cómo me llamaba, se interesó por mis lecturas preferidas, las películas que acababa de ver, los periódicos que solía leer o las conversaciones que tenía con los amigos. “Verás, este es el trabajo del educador: estar al día del arte, de las noticias, de las películas actuales, de la política”, explicó. “Esta es una parte necesaria de la tarea de un educador... especialmente en tiempos de cambio”. Ese fugaz comentario tiene unas implicaciones enormes en mi manera de pensar. Me pregunté en qué nos basamos a la hora de ponernos al frente de una clase, afirmando que preparamos a los estudiantes para el futuro. Lejos... muy lejos de las técnicas precisas de memorización y repeticiones obedientes, el acto de educar es por necesidad interdisciplinario, y nuestra autoridad depende en gran parte de nuestra capacidad de reflexionar sobre cómo lo que enseñamos está influido por las ideas de nuestro tiempo e influye en ellas.

                   Los años siguientes me brindarían el regalo de trabajar con una formidable mentora en UBA XXI —el visionario programa de educación a distancia de Edith—, una especie de precursor radiotelevisivo de los MOOC de hoy, si se quiere. Trabajamos incansablemente para garantizar que miles de nuevos estudiantes, de todas las clases sociales, conocieran a Durkheim, Hobbes, Weber, Locke, Rousseau, Descartes o Kant: era una especie de inmunización cognitiva contra los residuos epidémicos del pensamiento autoritario. Bajo la exquisita tutela de Edith, aprendimos a pensar como científicos sociales comprometidos: pensábamos que, si pudiéramos entender cómo aprenden las personas —las estructuras y los procesos profundos de la mente—, podríamos diseñar enfoques didácticos que lograran producir un aprendizaje significativo, pensamiento crítico y otras virtudes intelectuales fundamentales para una democracia. Llegué a comprender que la vocación y el acto de educar necesitan un propósito más amplio, uno que esté conectado con los tiempos y es, también por necesidad, un acto ambicioso y colectivo.

                   Conocí a mi segundo gran maestro, Howard Gardner, gracias al apoyo de instituciones como la Organización de Estados Americanos y el World Lab, que buscaban la igualdad de condiciones para los jóvenes curiosos que crecen en el Sur global. Sin saberlo, por supuesto, mi amigo Howard daría forma a mi futuro y el proyecto Cero, un magnífico instituto de investigación de ideas centradas en el ser humano e innovación, se convertiría en mi hogar intelectual. Incluso en medio de las habituales asincronías derivadas de la adaptación a una nueva cultura, las diferencias de poder reveladas por mi acento latinoamericano y las complejidades de sostener una mente colectivista en una sociedad marcadamente individualista, siempre me sentí muy a gusto trabajando con Howard.

                   “Esta universidad es muy grande”, me dijo el día que nos conocimos, “y puede que quieras explorar algún curso más allá de la Facultad de Educación. Los martes, la Harvard Gazette anuncia todo lo que ocurre en la Universidad y la National Public Radio será una buena fuente de noticias”. El regalo de Howard ese día fue un billete gratuito hacia un mundo ilimitado de ideas y hacia los seres humanos que hay detrás de ellas. Hilary Putnam, Israel Sheffler, Susan Carey, Noam Chomsky o Amartya Sen estaban en mi lista de Harvard y el MIT. Jim Wertsch, el traductor oficial de la obra de Vygotzky, tan solo estaba una hora hacia el oeste. Para una joven de Buenos Aires no había palabras para describir este nuevo mundo, ni las amistades para toda la vida que nacieron durante esos años de transformación. La vocación de educar y el acto de hacerlo están inextricablemente unidos al deseo de aprender. Siempre, con una mezcla de admiración por lo que el ser humano es capaz de hacer y de crítica, reconociendo nuestra propensión al error y el hecho de que el trabajo de comprensión nunca termina.

                   Tal vez no sea sorprendente —dado el contexto social de los Estados Unidos, nuestras raíces disciplinarias en la psicología cognitiva y el desarrollo y el legado intelectual de Nelson Goodman, Jerome Bruner y Howard Gardner— que, en el proyecto Cero, mi atención acabara centrándose en el individuo. Me enamoré de la promesa del potencial humano. La maravillosa mente humana: cognitiva, social, lingüística, emocional, estética, cinestésica. La manifestación fenomenológica de la mente humana es omnipresente: al escuchar música, al enfrentarnos a una obra de arte, al presenciar las acrobacias abstractas de una prueba matemática, al admirar el poder de los cuerpos que bailan y las metáforas que conmueven y elevan nuestro espíritu. Los educadores somos guardianes y jardineros de ese potencial humano. Somos los encargados de alimentar el desarrollo del pensamiento estético, científico e histórico metacognitivo. Somos responsables en gran medida de alimentar la capacidad de empatía y compasión, la alegría del descubrimiento y la autocomprensión, los valores de la dignidad humana, la diversidad cultural y la justicia: una brújula moral esencial para la vida cívica. Para cumplir con nuestra tarea, nos apoyamos en las herramientas de ciencias tan diversas como la psicología, la sociología, la pedagogía, la filosofía, la neurociencia, la antropología y el diseño urbano, entre otras. Para humanizar nuestra tarea, también contamos con nuestra capacidad de diálogo y comprensión. Así, podemos añadir tres pilares esenciales a la vocación y al acto de educar: la disposición para reconocer el luminoso potencial humano de cada individuo; la capacidad de crear condiciones bien informadas para el florecimiento y el diálogo; y nuestro compromiso hipocrático esencial de “no hacer daño” al involucrar a niños y jóvenes.

                   Hoy estamos aquí, en esta fantástica Aula Magna, entre un prestigioso grupo de académicos, pensadores y educadores. Al abrir la “ventana” arquetípica hacia el mundo nos damos cuenta de que vivimos tiempos extraordinarios. Durante más de tres décadas el mundo ha sido testigo de un proceso de globalización rápido y desigual, capaz de conectar a las sociedades como nunca antes y que ha dado lugar a nuevas formas de interacción global, entendimiento intercultural, cooperación, movimiento e innovación. La movilidad global, la conectividad digital y el comercio han acelerado los encuentros culturales y las influencias mutuas. Los 281 millones de inmigrantes internacionales de hoy en día transforman a las sociedades de todo el mundo y a su vez son transformados por ellas. Enriquecen los repertorios culturales, las lenguas y los recursos de su nueva tierra, al mismo tiempo que contribuyen al desarrollo de las sociedades que dejaron atrás. Elaboran formas dinámicas de identidad transnacional, tejiendo nuestra humanidad en sus interacciones diarias con los demás.

                   Al mismo tiempo, somos testigos del incremento de las desigualdades globales, la polarización política y las alteraciones medioambientales. Desde el ciberacoso hasta las noticias falsas, vemos el mal uso de esas mismas redes digitales que estaban destinadas a conectarnos. Los conflictos etnoculturales se han convertido en la fuente más común de violencia política en el mundo desde el final de la Guerra Fría. La debilidad de las instituciones, los conflictos o la violencia siguen provocando que mujeres, hombres y niños abandonen sus hogares, lo que ha dado lugar a la mayor crisis humanitaria que hemos visto desde la Segunda Guerra Mundial. Aumentan los nacionalismos xenófobos y las plataformas innatistas, arraigados en el rechazo de la diversidad como valor, y el desprecio por la dignidad humana de los que se consideran “otros”. Estas formas de “alterización” son contrarias al desarrollo saludable del potencial humano individual y al bienestar de la sociedad. Hacen que los niños —especialmente los de origen inmigrante y los de las minorías étnicas— tengan que enfrentarse a situaciones especialmente vulnerables y suponen un llamamiento a los Estados, así como a las instituciones educativas, para que cumplan con su obligación de proteger y educar a todos los niños, respectivamente.

                   Que consigamos aprovechar nuestra interconexión global para construir sociedades más inclusivas, sostenibles y justas o que no lo hagamos, dando cabida al odio, la violencia y la deshumanización, depende, en cierta medida, de nuestro empeño en revisar nuestros compromisos educativos. La educación no puede ser la única responsable de desafiar el etnocentrismo y la xenofobia, pero sí puede enseñar a nuestros jóvenes a reconocer los prejuicios culturales, a desafiar los estereotipos y a buscar conexiones entre las diferencias. De hecho, las escuelas y las universidades son los lugares de encuentro de niños, jóvenes y familias diversas y, por tanto, ocupan una posición única para avanzar en esta labor. Espero que en las próximas décadas podamos cumplir la promesa de la educación a través de la vocación y la acción. En otras palabras, que comencemos con un profundo aprecio por el potencial humano, que sigamos teniendo dos dedos de frente en las sociedades contemporáneas, que imaginemos mejores maneras de vivir juntos, que utilicemos varias tradiciones científicas como lentes del mundo y que nos comprometamos con formas de diálogo continuamente humanizadoras.

                   Concluyo agradeciendo, una vez más, que nos hayan brindado esta oportunidad para reflexionar y compartir una perspectiva sobre nuestro querido campo. Confío en que sea el comienzo de muchos diálogos por venir.


Al finalizar su intervención, el rector dirá:

                   «Se concede la palabra al doctor Paul Levi.»

El doctor Paul Levi pronunciará su discurso.


Discurso del doctor Paul Levi

Pasión

                   La pasión se define como un sentimiento o convicción intensa, arrolladora o dominante. Es una devoción, un amor por las personas, por una causa o por una actividad. Mi abuelo materno, el Dr. Louis M. Freedman, fue otorrinolaringólogo en Boston, en el estado de Massachusetts. Llegó a ser cirujano jefe del Hospital Municipal de Boston y del de Beth Israel. Me extirpó las amígdalas en 1945, porque en aquella época eso era lo que se hacía con esos órganos con la idea de prevenir futuras enfermedades. Cuando crecí, mi familia hablaba de su dedicación a la profesión, de su preocupación por los pacientes, de su rigurosidad, de su habilidad y de sus pacientes famosos, como Sophie Tucker, una gran dama de la ópera. El Dr. Freedman tenía “determinación”. Y ¿qué es la “determinación”? La determinación es el trabajo duro. La determinación es la pasión. La determinación es la dedicación para mejorar la vida de los demás a través de lo que puedes hacer por ellos. Ese valor se transmitió de mi abuelo a mi madre, a sus hermanos y a sus hijos, tanto de él como de ella, y a través de ellos me llegó a mí.

                   En 1961 yo estaba a punto de terminar mi tercer curso en la Universidad de St. Lawrence, una universidad mixta en la localidad de Canton del estado de Nueva York, cerca de Montreal, en Canadá. Mis padres no dejaban de preguntarme: “¿Qué vas a hacer cuando te gradúes en St. Lawrence?”. Mi padre trabajaba en el mundo de la publicidad cinematográfica y me dejó bien claro que no debía trabajar con él, porque la mayoría de sus grandes clientes eran de amigos que hizo en la universidad. Había estudiado en Harvard y se había graduado en 1926; uno de sus amigos era Leonard H. Goldenson, fundador de la American Broadcasting Company y presidente de ABC Paramount Pictures. Había otras empresas, Disney y Warner Studios, cuyos directores generales eran amigos de mi padre. Creo que pensaba que un chico de 22 años al que le gustaba el rock, los Beach Boys, Elvis Presley, los Everly Brothers, etc. no llegaría a entenderse nunca con sus amigos de 52 años. O temía que se jubilaran, de modo que perdería los contactos.

                   Mientras estudiaba en la Universidad de St. Lawrence, un buen amigo al que hice de mentor en la fraternidad, Michael Gridley, me explicó que iba a la Facultad de Odontología. Yo no acababa de estar seguro de lo que haría una vez graduado; sin embargo, con la influencia subliminal de mi abuelo y la veneración que toda la familia de mi madre sentía por él, y aprovechando que me gustaban las clases de ciencias y matemáticas, decidí realizar la prueba de aptitud para la Facultad de Odontología a ver si valía para dentista. No estudié para ese examen, dado el carácter de la prueba, y, si aprobaba, eso significaría que tenía dicha “aptitud”. Parte del test consistía en tallar una figura concreta a partir de un bloque de tiza verde. Sabía que la parte de la talla me había ido bien, ya que mi bloque de tiza mantenía un parecido razonable con la figura ilustrada. Debo admitir que empecé en esto de la odontología con una esperanza y no porque fuera un sueño de toda la vida. Sin embargo, siempre me han apasionado la seriedad en el trabajo y el deseo de complacer a los demás, en este caso, a mis padres.

                   Durante ese verano trabajé para una empresa de jardinería y resultó que uno de sus clientes era el Dr. L. Walter Brown. Todos los viernes cortaba el césped del doctor y cuidaba sus parterres de la manera exacta que él indicaba. A mi cliente le apasionaba su jardín, que tenía que estar perfecto al acabar mi trabajo. No hablaba nunca con él porque el Dr. Brown trabajaba los viernes; pero mi jefe, Jack Kidd, me pidió que cuidara de la casa del doctor y me dio instrucciones sobre la perfección con la que esperaba que se cortara el césped y se hicieran las camas. Un viernes llovió mucho durante todo el día y no pude trabajar. Corté el césped el sábado, cuando el Dr. Brown estaba en casa, y al fin pudimos charlar. Como ya habían hecho mis padres, el Dr. Brown me preguntó a qué me dedicaría una vez graduado y le expliqué que me gustaría estudiar en la Facultad de Odontología. Sin embargo, había presentado una solicitud a la Facultad de Odontología de la Universidad de Tufts y no me habían contestado para concertar una entrevista. Hablamos un poco y luego el Dr. Brown dijo: “Ahora ya no necesitas la entrevista”. Yo creía que el Dr. Brown era médico y no tenía ni idea de que estaba relacionado con la Facultad de Medicina Dental de la Universidad de Tufts (TUSDM). Así se lo hice saber y me contó que era prostodoncista, que daba clases en Tufts y que era el presidente del Comité de Admisiones. Al cabo de poco tiempo me aceptaron y pude estudiar en la TUSDM.

                   Una vez graduado en 1962 y después de realizar unas prácticas de odontología en Vermont, me alisté en el Ejército de la Marina de los Estados Unidos durante dos años. Como era graduado de la TUSDM, y el Dr. Irving Glickman era el presidente del Departamento de Periodoncia de la Universidad de Tufts, me designaron periodoncista de los reclutas de la Marina. El liderazgo del Dr. Glickman hacía que Tufts fuera conocida por su excelencia periodontal. Parte de mis prácticas en la Marina consistían en enseñar a los reclutas a cepillarse los dientes y a utilizar el hilo dental. En realidad, aprendí las técnicas que se enseñaban en aquella época de un periodoncista de la Marina, el Dr. Samuel Adams. Él me inculcó que la prevención de las enfermedades dentales no solo era posible, sino que era esencial, y que la educación de los pacientes sería la clave del éxito de la consulta dental y de la vida. Me apasionaba la prevención y la enseñanza. Regresé a la Universidad de Tufts bajo la tutela del Dr. Glickman para convertirme en periodoncista, como el Dr. Sam Adams. Quería ser profesor de prevención.

                   Tras dos años de formación periodontal, mi consulta nos llevó a mi mujer, Patty, a nuestro hijo, P. Andrew, y a mí a Burlington, Vermont, donde me convertí en el segundo periodoncista del estado. También di clases en el Departamento de Higiene Dental de la Universidad de Vermont un día a la semana durante 27 años. Mientras tanto, asistí a muchos cursos de formación continua con uno de mis colegas periodontales, Myron Nevins. Myron, que fue residente de periodoncia en la Universidad de Boston al mismo tiempo que yo en Tufts, me presentó a su hijo, Marc, que estudiaba en la Universidad de Vermont (UVM), en Burlington. Marc quería ser dentista y me preguntó si podía asistir como observador a mi consulta. Pronto pasó a ayudarme y acabamos implantando un programa de prácticas que él tomó como un curso reglado en la UVM y, en adelante, los estudiantes de instituto y la universidad acudieron a nuestra consulta para aprender acerca de la periodoncia. Una vez los internos habían comprendido las enfermedades dentales y eran competentes en cuanto a la asistencia, visitaban otras consultas dentales generales y especializadas cercanas. Desde Marc, han sido más de 40 los estudiantes que han realizado las prácticas procedentes de varias facultades e institutos. Actualmente, nuestra consulta forma parte del programa de desarrollo profesional LINC de la Universidad de St. Lawrence.

                   Marc estudió odontología en Tufts y, tras su graduación, se fue a la Facultad de Odontología de Harvard para realizar una residencia en periodoncia. Desde Harvard, me animó a dar clases allí, lo que supuso el inicio de otros 27 años como profesor en la Facultad de Odontología. Actualmente Marc ejerce en Boston y es profesor auxiliar y conferenciante conmigo en Harvard.

                   Al mismo tiempo que daba clases en la Universidad de Harvard de Boston y en Tufts, desde 1994 hasta 2019, seguí ejerciendo en Burlington, Vermont. Uno de los residentes de periodoncia en Tufts, el Dr. José Nart, regresó a su ciudad natal, Barcelona, y pronto se convirtió en el presidente del Departamento de Periodoncia de la Universidad Internacional de Cataluña (UIC Barcelona). Con el estímulo de José, y con el deseo de enseñar y vivir en Europa, vine en el curso académico 2010-2011 para enseñar en UIC Barcelona, lo que para Patty y para mí fue una de las experiencias más enriquecedoras de nuestro matrimonio de 53 años. José también es actualmente el presidente de SEPA, la Sociedad Española de Periodoncia, y ejerce la periodoncia, la docencia y la investigación y ha publicado innumerables artículos. Desde 2011, y justo antes de la pandemia, regresaba para dar clases en UIC Barcelona dos veces al año. Ayer estuve con los alumnos en la Facultad e impartí una clase sobre la prevención de enfermedades dentales.

                   La pasión es una devoción y a mí me apasionan las personas que he conocido gracias a la odontología: mis pacientes, mis estudiantes, mis compañeros de profesión. Me apasiona la prevención. La sencillez de prevenir o lograr la salud dental es reconocer que la mayoría de las enfermedades dentales están causadas por las toxinas libradas por las células bacterianas que se adhieren a los dientes y que esas toxinas pueden y deben ser desplazadas con las cerdas del cepillo y el hilo dental. La motivación para eliminar la placa dental, conocer y emplear las técnicas correctas para eliminar la placa, tener acceso a los dientes para realizar las técnicas y la formación por parte de los profesionales dentales es la clave para prevenir las principales causas de los males dentales, las enfermedades periodontales y periimplantarias y la caries dental. Me dedico a enseñar técnicas de eliminación de la placa dental basadas en la evidencia a pacientes, estudiantes y compañeros de profesión. Además, me apasionan los aspectos quirúrgicos y correctivos de la práctica periodontal y la oportunidad de enseñar esas habilidades a nuestros estudiantes. La mayoría de esas técnicas están diseñadas para permitir a los pacientes poner en práctica las habilidades de eliminación eficaz de la placa que nosotros enseñamos. Esto incluye la colocación y la restauración de implantes dentales de modo que permitan al paciente eliminar la placa dental. La pasión que me transmitieron mis antepasados me ha ayudado a ahondar en la pasión por la profesión de odontólogo.

                   Por último, y lo más importante, siento pasión por mi mujer, Patty, y por mis hijos, Andrew y Michael, que me han apoyado, me han animado y han luchado por la prevención a mi lado. El viaje de nuestra vida tiene un destino, y a lo largo de ese camino, la devoción que tenemos por nuestra familia, por las personas a las que conocemos y por el trabajo que hacemos nos ayuda a dejar este mundo un poco mejor de lo que era antes: ese es realmente nuestro destino.


A continuación, el rector pronunciará el discurso de bienvenida a los nuevos doctores.


Discurso del doctor Alfonso Méndiz

Ilustrísimos doctores, dignísimas autoridades, claustro académico, señoras y señores.

                   El acto que celebramos es uno de los más solemnes y simbólicos de una universidad. Hoy acogemos en nuestro claustro de doctores a dos investigadores de gran relieve internacional que, con todo merecimiento, han sido investidos honoris causa, a causa del honor que merecen y, a la vez, del honor que nos aportan.

                   Somos una universidad joven, a punto de cumplir 25 años, y hoy celebramos la quinta ceremonia de este gran reconocimiento que es el honoris causa.

                   Los dos doctores que hoy acogemos han destacado en dos ámbitos del saber aparentemente muy alejados. Uno se enmarca en el ámbito de la salud, de la ciencia aplicada y de la curación del cuerpo; la otra se sitúa en el ámbito de la educación, de la ciencia teórico-práctica y del desarrollo de la persona. El primero se encarga del diagnóstico, el tratamiento y la prevención de las enfermedades estomatológicas; la segunda, de la comprensión, el análisis y el desarrollo del potencial humano y del proceso del aprendizaje.

                   Podríamos pensar que una ciencia está en las antípodas de la otra, y que apenas hay diálogo entre ellas. Sin embargo, el acto que hoy celebramos pone de manifiesto que sí existe una unidad de las ciencias, que es posible el diálogo entre los saberes y, por tanto, la interdisciplinariedad.

                   Como bien sabemos, la palabra universidad reúne en su etimología dos conceptos interrelacionados: unus (unidad de la ciencia) y universus (totalidad de los saberes). Universidad significa, entonces, unidad de todos los saberes. De hecho, la palabra universitas aparece, con este sentido, por primera vez en 1253, en un edicto del rey Alfonso X el Sabio que confiere al Studium Generale de Salamanca la denominación de Universitas Studii Salmantini. Y, en su libro Las Siete Partidas, este rey plasmó la más conocida definición de universidad: “Ayuntamiento de maestros et escolares, que es fecho en algún lugar con voluntad et entendimiento de aprender los saberes”. Lo cual implica: convivencia e interacción profesor-alumno, en un espacio compartido —el campus universitario— y la voluntad de compartir el conocimiento.

                   Durante más de seis siglos, esta tradición de unidad y de las ciencias —iluminadas por el pensamiento cristiano— estuvo presente en todas las universidades. Pero, a principios del siglo XX surgió una progresiva tendencia a la fragmentación de los saberes, que se proyectó en planes de estudio cerrados en sí mismos, en la organización de facultades aisladas e incomunicadas, y en un rechazo creciente de la tradición humanística. En 1940, Robert Hutchins, presidente y más tarde canciller de la Universidad de Chicago, afirmaba: “Hoy en día el estudiante norteamericano entiende solo accidentalmente la tradición de la cual es parte y en la cual debe vivir, porque sus fragmentos de ciencia, dispersos y separados, se hallan esparcidos de un extremo al otro del campus universitario”.

                   Para hacer frente a esta tendencia, en los años 20 del pasado siglo floreció en varias universidades un movimiento de signo contrario: surgió el deseo de volver a la comunicación entre las ciencias, y al humanismo como nexo de unión de todos los saberes. Apareció así el concepto Core Curriculum, con la idea de ofrecer a todos los estudiantes de una misma universidad una formación compartida, sólida, bien fundamentada, que les permitiera incorporar los conocimientos de su ámbito en una cultura común. El primer programa lo implantó la Universidad de Columbia en 1919, y después le siguieron las universidades de Chicago y de Harvard en los años 30 y 40.

                   Continuando esta línea del Core Curriculum, que han adoptado también algunas universidades europeas, UIC Barcelona ha puesto en marcha el Centro Interdisciplinario del Pensamiento, que recoge esa tradición humanista, y que tiene como objetivo ofrecer la formación transversal de varios saberes interdisciplinares a toda la comunidad universitaria. Esta formación, de carácter transversal e interfacultativa, ha nacido para promover la reflexión sobre la misión de la Universidad y sobre las implicaciones de su identidad cristiana. Todo ello desde una perspectiva interdisciplinaria.

                   Hoy, en esta Aula Magna, hacemos homenaje a dos profesores que ejemplifican perfectamente este diálogo entre las ciencias. Sus aportaciones científicas son extraordinarias y con una clara vocación interdisciplinaria, como han puesto de relieve sus dos padrinos. Y también los son sus valores humanistas y de servicio, que todavía ennoblecen más este doble doctorado honoris causa.

                   Estimada Dra. Boix-Mansilla, gracias por su discurso y sus poderosas investigaciones sobre las competencias globales, que abogan por una enseñanza interdisciplinaria. ¿Qué puede haber más importante que preparar a las nuevas generaciones para afrontar los retos de un mundo cambiante e impredecible? Decía Ramón y Cajal que “la enseñanza es la más noble función del espíritu pues permite modelar los cerebros en favor de la sociedad”. Eso es algo muy noble, pero requiere —como usted ha demostrado muy bien— la participación conjunta de varias ciencias.

                   Gracias también, Dra. Boix-Mansilla, por hacer de este mundo un lugar mejor, por difundir la fuerza transformadora de la educación. Sus proyectos educativos para niños inmigrantes, en la frontera de Estados Unidos, y sus reflexiones acerca de cómo las diferentes culturas migrantes enriquecen las sociedades que las acogen, construyen una visión de la realidad más justa y humana, algo muy necesario en tiempos de peligrosas xenofobias y discursos basados en falsos estereotipos.

                   Dra. Boix-Mansilla, gracias por honrarnos con su aceptación, y bienvenida al claustro de doctores de la Universitat Internacional de Catalunya.

                   Estimado Dr. Levi, gracias por su inspirador discurso de aceptación. Pasión es una palabra que ha centrado gran parte de su intervención. Su pasión por la ciencia es, sin duda, interdisciplinaria: es pasión por la salud, por la investigación, por su propia familia, por los demás. Esa pasión, que manifiesta en su quehacer científico y divulgador, ha cambiado la percepción mundial sobre la salud bucal: hoy sabemos que el cuidado dental tiene una gran influencia sobre el estado general de nuestra salud, y que la odontología necesariamente interactúa con las demás ciencias de la salud, como la medicina o la enfermería. Sus aportaciones, que subrayan la necesidad de una ciencia médica interdisciplinaria, han creado escuela y han permitido avanzar en la prevención de enfermedades. Su padrino le ha llamado mentor con mayúsculas, algo solo al alcance de aquellos que, no solo demuestran talento y perseverancia, sino también generosidad y amor. Gracias por su labor, gracias que hacemos extensivas a su esposa Patty, quien, en cierta forma, merece una parte de este doctorado honoris causa.

                   Dr. Levi, bienvenido a nuestro claustro de profesores. Es un honor para la Universitat Internacional de Catalunya contar con su presencia.

                   Dra. Boix-Mansilla y Dr. Levi, en el claustro de UIC Barcelona hallarán siempre: hermandad, amistad y admiración, pero también ciertas obligaciones, y, permítanme recordarles la más importante de ellas, compartir con nosotros su sabiduría. Queremos aprovechar y disfrutar de sus aportaciones. Por ello, esperamos que sus visitas a UIC Barcelona sean muy frecuentes —aunque sea virtualmente, como marca la nueva época pospandémica—. Y frecuentes significa: cuantas más, mejor.

                   Mis últimas palabras se resumen en una sola: gracias. Gracias a los organizadores de este acto —y, especialmente, a la maestra de ceremonias— por conseguir el ritmo, el orden y la solemnidad que el ceremonial reclama. Gracias a la magnífica coral de Bonaigua, que nos ha regalado estas maravillosas piezas y que nos ha hecho descubrir cómo la música contribuye a la belleza y al esplendor de la academia. Gracias, finalmente, a todos los asistentes por acompañarnos en este acto, emotivo y solemne; el más solemne que celebra una universidad. A todos, y con todo el corazón, muchísimas gracias.


El rector pone término a la ceremonia diciendo:

                   «Se levanta la sesión.»

Todos los asistentes se ponen de pie y se entonará el Gaudeamus Igitur.

Gaudeamus igitur, iuvenes dum sumus. (bis)
Post iucundam iuventutem, post molestam senectutem,
nos habebit humus. (bis)
Vivat Academia, vivant professores. (bis)
Vivat membrum quodlibet, vivant membra quaelibet,
semper sint in flore. (bis)

Finalizado el cántico, la comitiva saldrá del Aula Magna en orden inverso al de entrada.

  • Coro universitario: Rossinyol, traducció catalana.