En su exposición, ha hablado de las imágenes falsas que en ocasiones genera la publicidad y de todas las imágenes distorsionadas acerca de nosotros mismos, como personas y como consumidores, en lo que se refiere a nuestras aspiraciones y deseos.  Según Méndiz, “la publicidad nos hace creer que aspiramos solo a un determinado círculo de valores (comodidad, seducción, atractivo personal, éxito social, etc.) porque son esos deseos los que le ayudan a vender. Pero todos aspiramos a otros valores menos egocéntricos, como la amistad, el afecto, la ternura, la solidaridad o el amor”.

El decano de la Facultad también ha hecho referencia al falseamiento de imágenes a través del retoque fotográfico y cómo “ha contribuido en gran manera a generar en los adolescentes el deseo de cuerpos imposibles, generando muchas veces frustración con respecto a sí mismos y contribuyendo a la proliferación de trastornos alimenticios, como la anorexia o la bulimia”. Además, se ha referido al abuso de la imagen retocada en productos de cosmética que prometen un rejuvenecimiento de la piel a través de modelos adultas con apariencia juvenil y que al final se descubre que esa piel es fruto del retoque fotográfico y no del producto anunciado.

Finalmente, Alfonso Méndiz ha puesto sobre la mesa la relación entre publicidad y autoestima. Ha asegurado que los anuncios pueden crear “decepción o frustración en el espectador” por no alcanzar los cánones de belleza que allí se muestran, pero también ha subrayado que “la publicidad puede ayudar a crear confianza en uno mismo y a descubrir lo felices que somos y podemos llegar a ser”. En ese sentido, ha explicado que campañas muy exitosas como la de Lancôme del año pasado (“¿Sabemos ser felices?”) o la de John Lewis en Gran Bretaña en el día de la Mujer (“Always a woman”) han hecho ver a muchas mujeres el valor real de sí mismas como personas y su genuina aportación a la familia, al trabajo y a la sociedad.