27/06/2014

«En China nunca ha habido tantas detenciones por motivos religiosos como en el año pasado»

Ariadna Blanco, delegada catalana de Ayuda a la Iglesia Necesitada -fundación dependiente de la Santa Sede-, y un seminarista chino (que por razones de seguridad se mantiene en el anonimato) dieron testimonio ayer en el Saló de Graus de la UIC de cómo está la situación de los católicos en China. Se trataba de un acto promovido por el Vicerrectorado de Comunidad Universitaria de la Universidad centrado en descubrir «héroes de la fe», como cierre de la celebración del Año de la Fe convocado por Benedicto XVI, al que se ha sumado la Universidad con múltiples actividades.

Con más de 1.300 millones de habitantes, la República Popular de China tiene tan solo cerca de un 4% de cristianos; no obstante, es uno de los países con mayor crecimiento de católicos en los últimos años: de unos 8 millones, en los 80, a unos 12 –apenas un 1% de la población– en la actualidad. “Sigue habiendo muchas conversiones al catolicismo –explicó Ariadna Blanco–; incluso dentro del mismo Partido Comunista, y a estas personas les imponen unas sanciones altísimas porque temen por la ideología marxista”. De hecho, comentó Blanco, “el gobierno chino tiene miedo de que este supuesto ‘activismo religioso’ se convierta en un ‘activismo político’, y por eso lo quieren controlar”.

Durante su intervención, la delegada de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) –asociación que lleva más de cincuenta años ayudando a la Iglesia clandestina de China– fue explicando cuál es la situación de los católicos en ese país y cómo el gobierno creó, en 1957, lo que llamó la Asociación Patriótica Católica China (CPA), con la idea de tener un control y evitar “influencias extranjeras” (en clara referencia a la unidad de la Iglesia católica en torno al Romano Pontífice) que pretenden destruir China. “De este modo, el actual gobierno chino dice que respeta el derecho a la libertad religiosa”, concretamente para cinco religiones, entre ellas el catolicismo: por curioso que pueda parecer, “el Partido Comunista reconoce el hecho religioso como un bien para la sociedad y dice que el católico aporta un buen ciudadano”.

No obstante, “hablar de China es muy complejo –asegura la delegada de AIN–; no se puede juzgar ni emitir juicios a la ligera”. Y la realidad es muy distinta: “algunos pensaron que, con los Juegos Olímpicos, habría más apertura en este tema, pero el hecho es que nunca se habían producido tantas detenciones por motivos religiosos como en el año pasado. No dicen que los detienen por ser católicos, sino por querer perturbar el orden social”.

A continuación, el seminarista chino aportó su testimonio personal, contando que vino a España “para poder recibir la formación que ahí no me podían dar”. “Mi obispo –contó– lleva más de quince años de arresto domiciliario; a veces lo han apresado sin motivo alguno. Cuando yo vuelva, él me ordenará, pero aún no sé qué va a pasar ni cómo va a poder ser”.

Este seminarista –educado en la fe católica, el cuarto de cinco hermanos, el mayor de los cuales ya es sacerdote– explicó su experiencia a lo largo de su vida. “Es muy duro no poder ver a tus padres durante cuatro o cinco años porque está prohibidísimo tener a más de un hijo”. No obstante, seguía contando, “ahí los católicos rezábamos todos juntos. Mi párroco atendía sesenta pueblos y todos los domingos teníamos que recorrer, a veces, kilómetros, andando o en bici –el coche era un auténtico lujo– para poder oír misa en alguno de estos pueblos”. Así, a pesar de las dificultades –a veces no pequeñas–, “nunca he faltado ni una vez, voluntariamente, un domingo, a misa”. Aquí es muy fácil –“en el lugar donde vivo, ¡todos los domingos hay setenta misas!”, bromea–, “pero en China, no”.

Durante el turno de preguntas, el seminarista chino se mostró muy optimista respecto al futuro: “sí, estoy seguro que algún día mejorará; ¿cuándo? No lo sé. Esto es como la parusía”. Lo que parece estar claro es lo que afirmó Blanco: “en China hay una gran sed de Dios”.

El acto fue presidido por la Dra. Belén Zárate, vicerrectora de Comunidad Universitaria de la UIC, quien a modo de clausura hizo un repaso a las actividades que la Universidad ha promovido durante este Año de la Fe, y animó a los asistentes a “descubrir testimonios de héroes anónimos, de inconformistas que se han rebelado contra las incoherencias de su mundo”.