19/01/2021

Magdalena Bosch: “Deseamos lo que nos dicen que tenemos que desear y nuestro mundo interior cada vez es más pasivo”

La profesora de la Facultad de Humanidades reflexiona en esta entrevista sobre el deseo a partir del libro que ha editado, Desire and Human Flourishing.

Existe la percepción que el deseo ha sido un concepto muy estudiado a lo largo de la historia. ¿Cuál es la visión nueva que aporta este libro?

En realidad, no ha sido nada estudiado, por ejemplo, en comparación a la razón o la inteligencia, los grandes protagonistas de la filosofía moderna y contemporánea. El Romanticismo sí que reivindicó la importancia del deseo, pero no se llevó a cabo una reflexión suficiente cuidadosa y mesurada del tema. Todavía queda mucho por decir y comprender. Este libro se centra en la importancia, la comprensión y la educación del deseo: no es una fuerza ciega que nos empuja inevitablemente.

¿Qué influencia tiene el deseo en nuestras decisiones?

Enorme, decisiva: hacemos lo que deseamos. Por eso nos interesa saber dónde queremos ir y, por tanto, comprender y educar los deseos. Es muy importante conocer bien los propios deseos y saber hacer una valoración. Podemos también aprender a orientar los para que nuestra actuación sea la que queremos y comprendemos de manera inteligente.

¿Y en qué decisiones tiene más peso?

En aquellas que implican más las emociones, las que son a corto plazo. En general podemos decir que el deseo tiene más peso cuando hay menos reflexión o menos diálogo con el entendimiento. Es interesante tener presente que esto no quiere decir que las acciones donde los deseos tienen más peso sean malas. Existe un prejuicio (yo creo que de origen kantiano) en contra de la posible bondad de los deseos. Está claro que hay deseos malos: la ira, la violencia, el odio... pero también los hay de muy buenos.

En el libro se expone que el deseo es clave en el desarrollo de la sociedad. ¿Cuál es el rol del deseo en la construcción de la personalidad de los individuos?

Efectivamente, el deseo es clave en la sociedad, en su construcción y evolución. Estudiando las civilizaciones vemos que hay grandes deseos que las guían: la investigación de la divinidad y el más allá en Egipto; el conocimiento y la comprensión en Grecia; el ordenamiento jurídico y de infraestructuras en Roma, etc. Los deseos también nos definen individualmente, perfilan una personalidad. Aquello que deseas hace que seas el tipo de persona que eres. Pero lo más alentador es que los podemos modelar libremente. No quiero decir que sea fácil, pero es posible y tiene un potencial enorme.

¿Y en el crecimiento personal?

Este es el aspecto más atractivo del tema: podemos poner toda la fuerza de los sentimientos en la dirección de nuestros propósitos, trabajar la armonía interna personal para atraer todos los deseos hacia aquello que queremos de verdad. Si acertamos en un proyecto de crecimiento, los deseos pueden educarse para jugar a su favor. El deseo de mejorar y aprender ya son potencias positivas en nuestro interior. Si los trabajamos correctamente el crecimiento personal se multiplica exponencialmente.

¿El amor y el deseo van ligados o son opuestos?

El amor es un tipo de deseo. A la vez, hay varios deseos que convergen en el amor. Hay maneras diversas de amar: el amor de los padres, de los esposos, de los hermanos, de los amigos... toda esta diversidad de afectos puede ir acompañada de deseos espirituales cuando es un amor verdadero por la persona en sí; o por deseos menos elevados cuando predomina el deseo de placer. Puede haber casos en que se opongan el deseo y el amor, como falsos amores donde predomina un deseo posesivo.

¿De qué manera?

La necesidad de posesión nace del amor propio, de la necesidad de sentirse seguro, dominar... el amor verdadero desea correspondencia, pero no posesión. Es diferente, y desear correspondencia no significa egoísmo. La correspondencia es libre y cuando amamos a alguien, queremos que nos ame, anhelamos una proximidad. Pero esto tiene que ser libre, si no ya no es correspondido. El amor tipo eros es el que más fuertemente tiende a buscar proximidad recíproca, hasta la intimidad.

¿Hay una relación entre deseo y libertad?

Y tanto. La libertad se realiza en los deseos deliberados o elegidos. Hay deseos más libres que otros. Los que dependen más del cuerpo y de sus estados son más condicionados por nuestra disposición física, y por tanto son menos libres. Los deseos deliberados y elegidos, los que son fruto de un querer auténtico, estos son deseos libres. Son los deseos que pensamos, fruto de una decisión, vinculados a principios, vinculados sinceramente a las personas que amamos.

Y en la sociedad actual, ¿cómo se construyen los deseos?

Desgraciadamente creo que en nuestra sociedad hay demasiada tendencia a construir los deseos desde fuera del sujeto. Me parece que cada vez más las personas deseamos lo que nos dicen que tenemos que desear. No es solo la publicidad o no de manera convencional: en la sociedad audiovisual y bajo la presión de constantes impactos, estamos más sometidos que nunca a mensajes de todo tipo que suscitan representaciones que no hemos construido nosotros, sino que nos vienen dadas. De este modo la construcción de nuestro mundo interior es cada vez más pasiva, menos personal. Y, por lo tanto, nuestros deseos también se incorporan desde fuera: no salen del yo ni de nuestra persona, sino que son el resultado de todo lo que vemos en series, películas, redes... creo que hay una relación inversamente proporcional entre horas de conexión a imágenes (las que sea y por la vía que sea) y la autenticidad de nuestro mundo interior. Esto quiere decir que existe el riesgo de ser personas poco auténticas y que nuestros deseos tampoco sean muy genuinos.

¿Cómo afecta al deseo una sociedad como la nuestra tan consumista y rodeada de estímulos?

Está en nuestras manos educar y conducir nuestros deseos para no ser víctimas del exceso de estímulos que se convierten en imperativos. Es necesario construir un mundo interior propio: elaborado por nosotros mismos, en el que decidamos qué entra y qué no; qué queremos hacer nuestro y qué no. Al final, los deseos que asumimos y cultivamos definen cómo somos, nuestra personalidad. Pero para poder hacer esta tarea de autoconstrucción hay que moderar la presión externa. Todos lo tendríamos que hacer, nos lo jugamos todo: la vida que viviremos y las personas que realmente seremos.

¿Crees que en esta sociedad hiperactiva el deseo puede quedar muerto o, al contrario, puede ser una fuente de creatividad?

Me parece que pueden pasar las dos cosas y que depende de cada persona. Según lo que hacemos ante el entorno. Si queremos que crezca nuestra creatividad es necesario poner límites a los inputs que recibo y que me hacen pasivo. Hay que tener medida y buscar un equilibrio. Si no nos protegemos ante los posibles excesos de impactos recibidos inevitablemente nos volvemos pasivos, miméticos, y se destruye nuestra creatividad; el cerebro se satura y perdemos capacidad intelectual, imaginativa y creativa.

¿Hasta qué punto el deseo está condicionado culturalmente?

Hay una parte positiva en el acondicionamiento cultural: formamos parte de una sociedad, es bueno que compartamos algunos deseos. La concordia necesita del colectivo y compartido deseo de buena convivencia. Es muy positivo que toda la sociedad comparta el deseo de la solidaridad, como ha puesto en evidencia de manera muy humana la situación de pandemia. Las tendencias sociales podemos compartirlas o no. Depende de cada cual y depende de la valoración que hagan.

Y las redes sociales, ¿qué influencia están teniendo en el deseo?

Puede ser mayor de la que es deseable, cuando se hace un uso abusivo. A menudo olvidamos que las redes están diseñadas para conseguir el mayor tiempo posible de conexión por parte de los usuarios. Esto hace que susciten continuamente deseos de los que no somos ni conscientes. Además, sus algoritmos exploran en nuestros deseos para ofrecernos lo que han detectado que preferimos y nos tendrá más rato conectados. Las redes son un potencial manipulador de deseos si no somos suficientemente críticos y responsables.

¿Se puede tener una vida plena sin deseo?

No, no es posible. Una vida llena se realiza a base de deseo y entendimiento. Los dos son necesarios. El deseo sin entendimiento es desjuiciado. Sería una fuerza ciega sin una dirección. Pero la inteligencia sin deseo es pobre e inoperante: necesita la fuerza del deseo para actuar. Una vida llena es una vida rica en actuación: amar, estudiar, ayudar, escuchar, escoger, apoyar, rectificar, pedir perdón, luchar por una causa, buscar lo que es mejor.