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Plàcid Garcia-Planas: ‘En Ucrania, en solo dos semanas, he visto más cadáveres que en las diez guerras que he cubierto’
Nació en Sabadell y ha estado prácticamente en todo el mundo. Sabadellense internacional, cubriendo conflictos para La Vanguardia, dice que no está hecho para la guerra: “Quería hacer Arquitectura, pero me daban miedo los números. Me metí en Periodismo porque me parecía más fácil”. Tan fácil como que rápidamente empezó prácticas en el diario barcelonés y, sin preguntarle, le dieron trabajo en la sección internacional. “Y me encontré de lleno en mi primera guerra. En Bosnia. Con un boli y una libreta”. Podría haber dicho que no, que no quería ir a un conflicto bélico; pero no lo hizo. ¿Por qué? Lo explicó a los alumnos de Periodismo de nuestra universidad, el pasado 30 de marzo
Plàcid Garcia-Planas dice que no es un reportero de guerra, sino alguien que quería enfrentarse al “reto narrativo” de explicar bien una situación así: “Se ha fotografiado y se ha escrito mal sobre la guerra; y sigue haciéndose mal, porque se explica desde un patetismo romántico que solo busca reflejar el dolor del otro, mientras que la guerra es mucho más que eso”.
Efectivamente, más allá del dolor, los conflictos bélicos son historias que ocurren, mientras “ejércitos ignorantes chocan por la noche”, explicaba el periodista, utilizando una cita de Matthew Arnold.
Y es que algo de filósofo tiene el trabajo del cronista.
No en vano, Garcia-Planas da otra clave a la narrativa de guerra: la de la lírica, y la de la paradoja. “Son los dos elementos que encontré para las crónicas que quería escribir. De hecho –se preguntaba– ¿acaso la primera obra lírica occidental no es poesía y es crónica a la vez: La Ilíada?”.
Así, con su mirada y la del fotógrafo –“la perfecta complementariedad del cronista”, dice– busca “la historia extraordinaria que siempre viene de las cosas ordinarias”. Por eso “recomendé a un periodista freelance, que empezaba en este mundo y debía cubrir el conflicto de Gaza, que fuera a la playa, e hiciera un reportaje de los jóvenes surfistas que disfrutan del buen tiempo, durante la guerra”.
Esto es: lírica. Y contrastes.
“En Ucrania he visto muchos cadáveres ‒relata Garcia-Planas‒; en situaciones realmente dramáticas, como la de aquel cuerpo sin cabeza...: dos fotógrafos –Guillermo Cervera, que me ha acompañado tantas veces, y un americano–, y yo. Era terrible. ¿Cómo explicarlo? Porque, al final, tienes que explicarlo: ‘La descripción de su estado es innecesaria’, digo al lector; ‘hace pocos minutos estaba vivo. Ahora, es tan terrible que no te lo contaré”. Esto es el poder de la palabra que no te da la imagen”.
Y es el poderío del periodista que sabe que habla de personas. Y que “no existe la objetividad, sino la honestidad”. Sin embargo, hoy, “entre tanto tertuliano, entre tanto simplismo tuitero…, se han cargado la vida que puedes plasmar en las crónicas… La primera víctima de la guerra no es la verdad, sino los matices”, asegura. Y los matices se buscan. Esto es el oficio del periodista.
“Son las ganas de sorprenderse, porque el mundo es sorprendente”. La sorpresa de un campesino que mira, asombrado, cómo un periodista y un fotógrafo se esconden entre matorrales para huir de las bombas, mientras él trata de hacer vida normal; o la sorpresa de ver a un hombre-taza, como despreocupado de lo que pasa a pocos kilómetros.
El buen cronista de guerra no es adicto a las guerras, sino al relato. “Por eso me arriesgo. Tú puedes cubrir muchas, pero la peor es la que tienes en ti mismo. Al final, un periodista se desplaza dos o tres semanas. Luego, vuelve a casa. A mí, la guerra me ha ayudado a ser mejor en muchas cosas: diferenciar entre la tontería y lo que no lo es”.