04/12/2023

Entrevista a Óscar Sueiro, director del documental ‘MaQKina: Historia de una subcultura’

El responsable de los Digital Media Studios de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de UIC Barcelona ha participado en la dirección del documental MaQKina: Historia de una subcultura. Se presentó el viernes 27 de octubre en el marco del In-Edit. Festival Internacional de Cine Documental Musical 2023. Más de mil personas acudieron al estreno. 

Óscar Sueiro es realizador autónomo, profesor, crítico de cine y ensayista para la editorial Dilatando Mentes. Más allá de eso, trabaja en proyectos personales orientados a su pasión por los cortometrajes de ficción y el cine documental. MaQKina: Historia de una subcultura es su último trabajo: una reivindicación musical, emocional y sociológica a través del género de la música máquina; partiendo desde sus raíces en los primeros movimientos surgidos en Valencia, hasta su llegada a Cataluña, entrados los años 90. El documental explora cómo un género musical se convirtió en un auténtico movimiento de masas, un enorme negocio y una subcultura juvenil urbana y obrera, hasta el punto de llegar a ser ciertamente amenazante a ojos de las autoridades. Todo ese estigma que se generó alrededor de aquella cultura empezó a suscitar preguntas alrededor de la calidad musical y lo perjudiciales que podrían ser aquellos ambientes.

¿Dónde queda la figura del músico en un género como este?

Muchos dicen, como decimos en el documental, que no había una figura de músico como tal, pero recordemos que los DJ de la música máquina tenían que pinchar con vinilos, a veces, incluso con tres vinilos a la vez.

¿Por qué crees que se generó ese estigma social en torno al género?

Es normal que surja este estigma y, de hecho, es cierto que había gente en este ámbito que era creadora de problemas. Ellos fueron los causantes del estigma y, lamentablemente, esa fue la imagen que permaneció ante el público externo. A pesar de todo, esta no era la realidad de quienes solo queríamos divertirnos. Para más inri, los medios de comunicación hicieron un escarnio amarillista, exagerado y multiplicado, como ya pasó con la ruta de Valencia. Así es como se construyó el estigma, fruto de la masificación del público. Es por eso, y por los malos ambientes de que se fue rodeando esta música que, a quienes nos gustaba el género e íbamos a bailar y pasarlo bien, dejamos de ir y buscamos otros ambientes.

¿Qué importancia tenía aquella música para su público?

Para explicarlo es necesario un contexto previo; había una fuerte crisis por la situación de desempleo y la gente que tenía problemas acudía a las fiestas a olvidarse de todo y saltar y bailar al son de la música. Aquello tiene un valor increíble, dejarlo todo atrás y concentrarte en la felicidad generada por la serotonina. Ese sentimiento es el que hemos querido expresar en el documental.

¿Cómo surgió la idea de crear MaQKina?

Este proyecto lo empezamos hace tres años, pese a que hacía mucho tiempo que tenía la idea en mente. Le hemos añadido este subtítulo para que se comprenda un poco mejor que se trata de un documental sociomusical. No solo nos centramos en la música máquina en sí, sino en todo lo que significó para esta ciudad y la generación que lo vivió, queríamos mostrar cómo el género musical pasó a ser una moda de masas.

¿Y por qué la K?

Hemos querido hacer este juego de palabras, o de letras, mejor dicho, por un motivo de historia. Cuando empezó la música máquina y se la denominó como tal, se escribía con “q”. Por aquel entonces era una mezcla de música dance, new beat… No fue hasta que se empezó a hacer una producción autóctona catalana, que se añadió la “k” de “catalanidad”. Se empezó a usar como una herramienta de marketing. Al ser un nuevo sonido, particular de la música catalana, se le concedió esa diferenciación. Hemos querido jugar con esa evolución dentro del propio título del documental.

¿Cómo ha sido el proceso de creación del documental?

La producción de un documental conlleva siempre una cierta complejidad y mucho trabajo, esfuerzo, dedicación y, sobre todo, muchas horas. En un proyecto de estas magnitudes, este ha sido uno de nuestros mayores retos, lidiar con las 25 horas de entrevistas que hemos realizado para el documental. En el fondo hemos reducido 40 años de historia a un metraje de 85 minutos. Realizar esta síntesis con un orden y un sentido para que el público entienda todo lo que queremos contar a nivel musical, social, político… es lo que realmente nos ha supuesto un reto.

¿Cómo te enfrentas a una carga tan alta de contenido a desarrollar?

Una persona sola no puede acometer un proyecto como este. Por suerte, me junté con Alex Salgado, que ya tenía experiencia en el cine documental con Ciudadano FG: Baila o muere. Tomé de aliado también a Daniel Bosch. Juntos, somos los tres pilares que han sustentado el proyecto. La conclusión que saco es que el reto, por grande que sea, se convierte en aprendizaje a través del trabajo en equipo. Ha sido todo un placer conocer a todos esos artistas a los que admiraba desde joven. Ha sido muy divertido hablar con ellos y que nos cuenten la historia de primera mano.

¿Qué supone presentar el documental en el In-Edit Festival?

Yo soy muy cinéfilo y, por lo tanto, seguidor del In-Edit desde hace mucho tiempo. Ahí se presentan documentales de todos los géneros musicales: punk, hip-hop… Hace años que tenía la idea del documental y también tenía en mente la posibilidad de poder presentarlo aquí. El In-Edit es el festival de cine documental musical más importante del mundo. Aun teniendo este género cinematográfico un público muy cinéfilo, se está haciendo muy popular y la gente lleva años acudiendo en masa. Es un lujo increíble tener un festival de este calibre en Barcelona. Como autor de un documental musical, la meta más alta, el sitio óptimo en el mundo para estrenar el documental era el In-Edit.

¿Cuál es el mensaje que queréis transmitir al público?

Con el documental pretendemos expresar algo que trasciende de lo musical y abarca temas más relacionados con la sociedad, el movimiento cultural e incluso la política. Buscamos lanzar el mensaje de deshacernos de los prejuicios que nos rodean ahora mismo. Del mismo modo que sucede con géneros urbanos como el trap o el reggaeton, debemos dejar a un lado los estigmas y connotaciones que los rodean para valorar la experiencia musical. Al final, la música máquina acabó convirtiéndose en algo familiar, de familiares de amigos y de amigos que eran familia.