27/06/2014

De camino a Montserrat para celebrar el Año de la Fe

El vino -cada vino- es una historia. Es mucho más que un vino: "Joven, con tres meses de crianza en barricas de roble; pero a la vez, con buen cuerpo. Con recuerdos de frutos rojos y las aportaciones de la madera...". Son cosas que se pueden decir de un buen vino como el Petit Baldomà, del que más de cincuenta personas pudieron disfrutar en la primera salida familiar a Montserrat el sábado pasado, organizada por diferentes grupos de la UIC y la capellanía.

La descripción del Petit Baldomà es del Grupo Gastronómico de la UIC, impulsor de esta salida a Montserrat, que acaba diciendo su: “con recuerdos de frutos rojos y las aportaciones de la madera, es un vino agradable, cálido y con un amplio sabor prolongado”.

El hecho es que las cerca de cincuenta personas que acudieron a Montserrat, el sábado pasado, lo pudieron disfrutar: no en una mesa preparada –quizás el lugar más apropiado para este tipo de exquisiteces–, sino en la explanada, con escalones como mejor lugar para sentarse y el suelo montserratino que hacía de mesa improvisada. La buena compañía, el buen tiempo, la historia impregnada en aquellas montañas aserradas, la cultura... Todo llevó a dejar arrinconadas las pequeñas incomodidades que podía haber.

Fueron tres grupos. No por tierra, mar y aire..., como se diría, pero casi: en bus, andando –el Grupo Excursionista de la UIC no podía faltar–, o en otros medios propios. Una excursión –porque eso fue, una auténtica excursión con personal, profesores, alumnos de la UIC y familiares... y de Italia, de México: realmente internacional–, que logró alcanzar los objetivos que se perseguían. “Diversión, convivencia entre todos nosotros, disfrutar de la naturaleza con paisajes preciosos y, por supuesto –asegura, muy satisfecha Fuensanta, de Secretaría General– haber tenido la posibilidad de visitar a la Virgen en su camarín y dejar todas nuestras peticiones en sus brazos”.

Una de las cosas más emocionantes que tiene Montserrat es llegar al Virolai, cantado por la Escolanía. El numeroso grupo de la UIC, aunque no pudo entrar en el templo, debido a la gran aglomeración de gente –es lo normal–, sí pudo oírlo. Y seguro que, después de poder de la misa, celebrada por Mn. Miguel Ángel Castellón, más de uno lo cantaría –con más o menos acierto, ¡da igual! Lo que importa es el amor con que se haga–, aunque fuera interiormente...

Y así, es fácil volver la mirada atrás y, con la imaginación, sentarse de nuevo en el suelo de Montserrat, contemplar los paisajes que la Providencia les dio y, sabiendo que, aunque este año, la salida familiar a Montserrat se organizó con motivo del Año de la Fe, habrá que repetirla más veces ya que todos concluyen lo mismo: valía la pena.